Soy psicóloga general sanitaria por la Universidad Pontificia de Salamanca.
Desde adolescente me interesaba analizar por qué se producían ciertos comportamientos humanos y cómo era el funcionamiento de nuestro cerebro. Me convertí poco a poco en una apasionada de la conducta, así que me decanté por la psicología como vocación.
Mi especialización ha consistido en adultos con sintomatología ansiosa-depresiva, la cual conlleva síntomas como nerviosismo, insomnio, apatía, incapacidad para disfrutar de las cosas que antes eran placenteras, preocupación constante, etc.
He sido “maestro” de niños con necesidades educativas especiales, he sido el sanitario delicado y empático, he sido el actor, polifacético que trasmite emoción a los demás, he sido el biólogo que conoce los entresijos de la neuroanatomía y estoy seguro de que seguirá permitiéndome SER cada día un poco más con cada persona que viene a consulta.
Nunca supe establecer un momento concreto en el que comienza mi interés por esta disciplina, pero lo que tenía claro desde pequeña es que quería dedicar mi trabajo a las personas. Cuando llegó la hora de elegir, la Psicología me ofrecía muchas de las cosas que buscaba, por lo que finalmente me decanté por ella.
Desde siempre he sentido curiosidad por entender “por qué actuamos como actuamos y nos sentimos como nos sentimos” en algunas situaciones. Quizás fue esta curiosidad y mis propias experiencias personales las que me llevaron a decidirme a formarme como psicólogo.
Desde pequeña siempre me he preguntado por qué nos comportamos como lo hacemos, qué nos hace actuar diferentes unos de otros. Eso, unido a que me gustaba mucho escuchar a los demás, me hizo decantarme por la psicología, una profesión preciosa que, a día de hoy, tengo la suerte de ejercer.