Un ataque de pánico es un acceso súbito, inesperado y muy intenso de ansiedad donde se notan sensaciones fisiológicas muy potentes: taquicardia, dificultad para respirar, opresión, dolor o pinchazos en el pecho, mareo e inestabilidad, calor, sofoco, sudor, escalofríos, alteraciones de la visión, sensaciones raras, despersonalización, calambres, temblores, o parestesias.
Estas sensaciones están causadas por pensar en ese momento, (y no en otro) distintas cosas: “me está dando un ataque al corazón (o embolia)”, “me voy a ahogar”, “me voy a desmayar”, “me voy a volver loco”…
Se estima que afecta entre un 1,5-3.8 % de la población general. Tiene una alta comorbilidad con: hipocondría, ansiedad generalizada, fobia social, fobia específica y depresión. Tener un ataque de pánico es bastante habitual, que no es lo mismo que desarrollar un trastorno de pánico.
En la hipocondría, por ejemplo, mucha gente piensa que va a morir porque tiene un problema grave y que los médicos no aciertan a diagnosticar (sé que me matará pero no me está matando ahora). Piensa que ese trastorno cardiológico es el que le está causando esos ataques, y al pensar esto es cuando le da el ataque de pánico.
Lo normal es que las personas que lo sufren estén hipervigilantes, porque tienen miedo de seguir teniendo los ataques más veces y no pueden dejar de pensar en ello (esa sensación desagradable que acaban de experimentar). La persona si no se deprime, como mínimo se pone triste. La calidad de vida desciende porque prescinde de hacer muchas cosas, con lo cual es normal esa tristeza.
Modelo de tratamiento psicológico del pánico
- Explicación y educación sobre el trastorno de pánico
La primera parte de las sesiones tienen que ver con el significado de cada una de las sensaciones fisiológicas que tiene la persona (explicación de la fisiología del pánico). Cuando entiende esto, entre el 20-25% de los pacientes son capaces de acabar con los ataques de pánico, desactivan el sistema nervioso autónomo, dejan de decirle “peligro” y la terapia ha tenido éxito. A través de la terapia cognitiva explicamos por ejemplo que los mareos se dan por hiperventilación y por tensión en la nuca (vértebras).
- Terapia cognitiva y exposición. No es necesario hacer primero cognitiva y luego exposición, de hecho a veces hacer primero exposición hace que cambie los pensamientos sobre ansiedad, en algunas adicciones ocurre lo mismo. Aunque en este caso de trastornos de pánico, la investigación ha demostrado que lo que más tiene eficacia es primero hacer terapia cognitiva y luego terapia de exposición (aunque luego cada caso es un mundo).
2.1- técnicas de control cognitivo
2.2-técnicas de control fisiológico
- Provocar y afrontar el pánico
Ya vendría toda la parte de exposición con prevención de respuesta. Nuestro objetivo como terapeutas no es trabajar en el síntoma (por ejemplo un ansiolítico para quitar la ansiedad), sino que queremos desconectar la secuencia que forma el estímulo, la respuesta y las consecuencias,
ya que sabemos que los problemas psicológicos están asociados a distintos escenarios, respuestas y consecuencias.
Si pensamos por ejemplo en el miedo a los perros, la llamada “trampa de la ansiedad” obedece dos reglas:
a. Cuanto más intenta escapar, más se conecta la secuencia (estimulo, respuesta, consecuencia), más conecto esa probabilidad de que ocurra.
b. Como siempre evitas no consigues experimentar el suficiente tiempo con el estímulo incondicionado para saber qué pasaría.
Sara Guijarro Torvisco
Psicóloga general sanitaria